Uno enfrente del otro, vuestras miradas se clavan, se conectan, veis vuestro reflejo en la pupila del otro. Como un imán, tú la acercas a ti con los brazos y la abrazas. Necesitas sus abrazos este día más que ningún otro, y ella nunca te los negaría, va a estar ahí para decirte como ve esta complicada vida. Podéis pasaros así la eternidad, abrazados. Y en ese abrazo, ella percibe tu entrecortada y nerviosa respiración. Oye tus rápidos latidos y los suyos, serenos. Y latidos y respiraciones se mezclan formando una melodía llena de vida. Necesitabas relajarte. Aún en un abrazo, ella empieza a respirar profunda y lentamente. Expirar. Inspirar. Y tu agitada y torpe respiración se acompasa a la de ella. Tus latidos adquieren la paz que desprenden los suyos, hasta que llegais a ser un único cuerpo que respira y late uniformemente, marcando un compás establecido. Así la arena consigue frenar la agitación y la fuerza de la marea, para que se esfume la espuma que traen las olas y no choquen con fuerza contra las rocas.
Me gusta, y además me recuerda a una tarde frente al mar, y eso significa verano=)=), realmente me arancó una sonrisa^^
ResponderEliminarOye, me gusta lo que escribes. Lo haces tú, ¿verdad? ¿Podría contactar contigo, un correo o algo?
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